jueves, 19 de enero de 2012

El disfraz de los premios a la pereza.


Premiar la pereza es una de las invenciones modernas más originales. Desgraciadamente no es sabido a quién corresponde el honor de este descubrimiento.
En casi todas las escuelas particulares y públicas se distribuyen premios entre los alumnos y no se da cuenta de que se adjudican como galardón de la ociosidad. Por ejemplo: si tengo un terreno dividido en seis partes de tal extensión que en un mes pueda ararlo descansadamente un labrador que trabaje con regular tesón y se le confía la operación de la labranza a un jornalero ¿qué pensará si al cabo del mes no ha roto con el arado más que solo una pequeña parte del terreno. Tal será el enfado que se despedirá al instante del servicio por holgazán e inepto.
Pero hay maestros de genio más templado y entrañas más amorosas y blandas que éstas. Corazones de oro. Ellos han señalado los límites del campo que hay de cultivar sus discípulos en un año, han proporcionado sus dimensiones a las fuerzas ordinarias de sus pequeños trabajadores, lo han dividido en compartimentos que se llaman geografía, gramática, aritmética, lectura, etc. y cuando al vencerse el año, se encuentran todo el año sin cultivo a excepción de una parte pequeñísima, es decir, se encuentran que un niño no sabe nada de gramática, ni de geografía o aritmética, ni de ninguna otra de las materias que se cursan en la escuela, y solo sabe muy bien su geometría, que solo ha hecho la décima parte del trabajo que debía ejecutar, en vez de exasperarse con tal indolencia o de imponerle el severo castigo que merece para que aprendiera a trabajar con mayor eficacia; no señor, le miman, le acarician, le toman en brazos y los presentan al público porque ha hecho la hazaña de aprender muy bien su geometría y le ciñen una corona y el público aplaude con loco frenesí.
Sí, esos premios de gramática, de aritmética, de geometría, etc. esos premios otorgados a un alumno solo porque sabe una asignatura aunque haya visto el estudio de las demás que forman el programa, están causando estragos infinitos entre la niñez. Hay escuelas que, gracias a ese sistema de nuevo cuño, ofrecen anualmente el escándalo de adjudicar 39 premios, cuando son 40 los alumnos que cuentan. Ya lo creo: ¿quién no ha de ganar un premio, cuando basta trabajar la décima parte del tiempo que se debe para conseguirlo?
A los partidarios del sistema, se les aconseja que no se detengan a medio camino, que no dejen incompleto tan bello edificio, que establezcan no un solo premio de gramática, sino premios de analogía, de sintaxis, de prosodia, de ortografía; no es bastante todavía: premios de nombre, de adjetivo, de verbo; premios de presente de indicativo, de pretérito imperfecto y perfecto. Esto sería el plus ultra de la perfección.

A los amigos de la reforma de la escuela, “trabajad con todo vuestro empeño, trabajad para sustituir ese sistema de premios por otro racional, el que depende del promedio de las calificaciones”.




Artículo tomado de:
Carrillo, Carlos A. (1886), “La formación ética y cívica en la escuela primaria”, México, pp. 61-62.
LICENCIATURA EN EDUCACIÓN PRIMARIA

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