viernes, 6 de enero de 2012

¿ POR QUÉ AÚN RODEADOS DE GENTE SENTIMOS SOLEDAD?


Ana no comprendía qué sucedía. Aún rodeada de familia y amigos sentía mucha tristeza. Sentía una profunda soledad que la invadía: angustia, lágrimas amargas y un vacío desgarrador. Si bien la soledad no es agradable, todos la hemos experimentado alguna vez. ¿Cómo saber si estamos solos? Las siguientes preguntas ayudan a darnos cuenta del nivel de soledad que vivimos: ¿Sientes tristeza de hacer cosas solo la mayoría del tiempo? ¿Sientes que no tienes nadie con quien hablar? ¿Nadie te comprende? ¿Te encuentras esperando a que alguien te escriba o te llame? ¿Sientes que a nadie le importas? ¿Añoras compañía? ¿Te cuesta trabajo hacer amigos? A mayor número de “SI”, mayor el grado de soledad que se vive. No es para sentirnos mal. Muchas personas experimentamos algún tipo de soledad: Soledad al no encontrar pareja y soledad aún cuando contamos con una. Y nos debatimos entre aprender a vivir solos (aún si tenemos pareja) o salir a buscar una nueva relación. Deseando en ambos casos no salir heridos de nuevo.
El problema:
Como Ana, muchos creemos que sacrificarnos por nuestros seres amados es vital para mantener la unión. Sin embargo, mientras ceder es necesario para lograr relaciones saludables, decidir constantemente en contra de nuestras preferencias nos hace perder identidad. Porque aunque apoyar las necesidades de otros me ayuda a sentirme aceptado, voy muriendo a mí mismo. Estas decisiones basadas en la dependencia me debilitan, haciéndome más dependiente de quienes me proporcionan la sensación de amor y aceptación. Es simple: si cumplo las expectativas de otros, soy aceptado y “soy feliz”, pero no soy yo mismo. Si no las cumplo, me rechazan, sintiéndome culpable. Entonces me esfuerzo más para complacerlos y recuperar la falsa sensación de aceptación. A la larga, al no ser yo mismo, me siento infeliz, solo y con un alto nivel de desgaste emocional.
¿A qué me refiero? Sentirnos amados, aceptados y reconocidos nos hace sentir seguros, entonces, manipulamos o permito a otros manipularme con tal de sentirme así. Me comprometo a mí mismo y a mis valores por una falsa realidad que es muy frágil y emocionalmente cara de mantener.
No nacimos para estar solos:
Aprendemos a percibir amor a través de otros y no de nosotros mismos. Recibir amor se convierte en prioridad y hacemos muchas cosas a cambio de esta sensación. Y es que el ser humano no nació para estar solo. Sin embargo, confundimos la soledad con la ausencia de compañía. Aunque estar con alguien nos proporcione la seguridad emocional de estar acompañados, es la toma de decisiones independientes la que logra llenar nuestro vacío interno. Cada decisión que tomamos afirma la individualidad que nos distingue como seres en soledad. Así, la soledad realmente nace en cada decisión que nos lleva a abandonarnos a nosotros mismos.
Pregúntate: ¿Te sacrificas para que otros no sufran? ¿Dejas de ser tú mismo para evitar conflictos? ¿Temes ser juzgado si actúas diferente? ¿Responsabilizas a otros por tu infelicidad? Estas son señales de pérdida de contacto con uno mismo. Nos debilitamos al depositar en otros el poder para sentirnos amados. Y no significa ser egoístas. Significa balancear las decisiones entre ceder y exigir cuando sea necesario. Equilibrar ser uno mismo y apoyar a los otros a ser ellos mismos también. Porque al final, ni el sacrificio ni el reclamo constantes son saludables para nadie en ninguna relación.
¿Qué hacer?
Ser responsables y dejar de ser víctimas. Comenzar a decidir por ti. Esto te llevará más allá de la soledad. Porque estar solo no significa no tener a alguien a tu lado. Estar solo significa no encontrarte a ti mismo. Y la única manera de hacerlo es tomando tus propias decisiones. El dilema ya no es entre aprender a vivir solos o animarnos a buscar relaciones. El dilema es aprender a estar solos sin sentir soledad y ser felices. Porque al final…quién no está solo.

Artículo tomado de:

LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA EDUCATIVA.

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