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viernes, 24 de junio de 2011

Los niños y el manejo de sus emociones


Algunas actividades para iniciar a los niños en el reconocimiento y diferenciación de las emociones básicas son, a modo de ejemplo:

  •   Proporcionarles un vocabulario relativo a las emociones, para que de esta forma puedan iniciarse en la identificación y comunicación de sentimientos. Es importante brindarles un vocabulario emocional, llamar a las emociones por su nombre: estoy enfadado, estoy triste, siento rabia, estoy contento…
  •    Pintar con ellos caras de personas que expresen la alegría, la tristeza o el enfado, haciendo que el niño participe y se fije bien en la diferente expresión entre una y otra emoción. Estos dibujos pueden exponerse en un lugar visible de la casa y, cuando el niño manifieste una emoción, llevarle a ese lugar para que intente señalar la que le ocurre a él y se fije bien en ellas. Será una sencilla forma para aprender a etiquetar emociones.
  •    Plantearle alternativas sobre qué emoción siente en cada momento, para que decida cuál es la que le ocurre. “¿Estás contento o enfadado?”
  •    Delante del espejo imitar con el niño distintas expresiones que representen estados emocionales, para que observen en ellos y en el adulto cómo cambian los ojos, la boca, la frente, las cejas... con cada una de ellas.
  •   Realizar caretas con cartulinas, cada una representará una emoción. Se puede jugar a que adivinen qué emoción representa cada careta. 
  •  Con un álbum de fotos se puede pasar un momento agradable y educativo emocionalmente, enseñando al niño cada emoción en sus propias fotos y en aquellas en las que aparecen otras personas. De esta forma cada vez será más capaz de diferenciarlas y reconocerlas en sí mismo y en los demás.
  •    Durante el juego aprovechar para provocar emociones en los personajes y hacer que el niño se fije en ellas: “Mira qué contento está el muñeco cuando gana en la carrera”.
  •   Aprovechar cualquier situación de relación social, juego o, incluso, conflicto, para poner nombre a las emociones: “Mira cómo llora Juan, se ha caído y le duele mucho.”
  •    El tiempo que se comparte con los niños es vital para proporcionarles un marco de apoyo en el que se desarrolle de forma adecuada su inteligencia emocional.

La educación de las emociones tiene un gran peso en la prevención de posibles problemas emocionales y en el desarrollo de la personalidad del niño. Esta forma de educación debe ser, sin embargo, un proceso continúo y permanente, se puede y debe realizar a lo largo de toda la vida. La competencia emocional se logra a través de la experiencia, de la práctica diaria, contemplando cada momento como una gran oportunidad para aprender y mejorar en este aspecto.


Bibliografía
Elias, M., Tobias, S. y Friedlander, B. (1999) Educar con Inteligencia Emocional. Cómo conseguir que nuestros hijos sean sociables, felices y responsables. Barcelona: Plaza y Janés.
Glennon, W. (2002) La inteligencia emocional de los niños. Claves para abrir el corazón y la mente de tu hijo. Barcelona: Paidós.
Goleman, D. (1996) Inteligencia Emocional. Madrid: Kairós.
Goleman, D. (1999) La práctica de la Inteligencia Emocional. Madrid: Kairós.
Shapiro, L. (1997) La inteligencia emocional de los niños. Una guía para padres y maestros. Bilbao: Grupo Zeta.
Torrabadella, P. (1998) Cómo desarrollar la Inteligencia Emocional. Madrid: RBA Libros.
Vallés, A. y Vallés, C. (2000) Inteligencia emocional. Aplicaciones educativas. Madrid: EOS.


Lic. Psicología Educativa 

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