Una característica del adolescente es su cambio en el punto de mira: no quiere depender de nadie y por eso se rebela ante lo que le parece sumisión.
Sensibilidad a flor de piel. Ya no obedece a la primera y con frecuencia protesta al hacerlo. Surge con fuerza el espíritu crítico y todo lo cuestiona, tanto en la forma como en el fondo
Primero los cambios físicos
Comienzan a aparecer algunos rasgos fisiológicos nuevos, que anuncian cambios posteriores: el tono de la voz, aparición de vello, etc. Son los más obvios y fáciles de detectar.
Unos se sienten incómodos porque sus brazos y piernas le parecen excesivamente desarrollados, otros consideran que su estatura es inferior a la correspondiente a su edad, las chicas están pendientes de la evolución de sus pechos o de la esbeltez o gordura de su cuerpo, etc. Unos y otros se miran continuamente en el espejo y en la opinión de los demás. Ayudarles a aceptarse y saber que su evolución se normalizará les resulta especialmente tranquilizador.
El valor de los amigos
El adolescente comienza a desligarse de la familia y gana fuerza la vida en pandilla. En principio, lo que le dicen sus padres le parece mal y sin embargo, puede ser muy gregario con lo que le dicen sus compañeros. Al sentirse inseguro y buscar la independencia de sus padres, necesita sentirse acogido por alguien, que puede ser un profesor o tutor y siempre el grupo de amigos. La pandilla tiene sus propios ritos que acepta el adolescente para sentirse integrado.
Le cuesta concentrarse
Le cuesta concentrarse, justo cuando los estudios requieren mayor intensidad. Una crisis académica grave puede conllevar repetir curso, el abandono de sus estudios, etc. El adolescente no siempre sabe por qué estudia y la frase de sus padres. Vive al día y no siempre se siente capaz de realizar un esfuerzo continuado, ni de imponerse la disciplina interior que requiere estudiar todas las jornadas.
No sé si reír o llorar
Pasan de la risa al llanto fruto de su inestabilidad emocional. El complejo mundo de los sentimientos, ya de por sí cambiantes, se convierte para un adolescente en algo desconcertante. El adolescente no sabe medir bien sus reacciones y puede pasar de la euforia al desaliento, de la alegría a la tristeza, de la simpatía al ensimismamiento. Es importante enseñarle a conocerse, a educar sus sentimientos y a gobernar sus estados de ánimo. Este proceso requiere aprendizaje y tiempo.
Para pensar
* Es muy bueno hablar con hermanos o amigos que tengan hijos mayores y hayan pasado alguna adolescencia., ayudará a desdramatizar ciertas situaciones y podréis apoyaros en su experiencia.
*Ante una mala contestación, es mejor que mantengáis la calma frente al hijo impulsivo. Más tarde, hablad con él o ella en privado, posiblemente entienda mejor las cosas al estar más tranquilo.
* Los adolescentes tienen una capacidad inagotable de insistir para conseguir lo que quieren: sea una moto, salir un fin de semana, horarios, llegar más tarde un viernes, etc. Agotadas las razones, es preciso no ceder por cansancio y aguantar sus insistencias, lloros o amenazas.
* Descubren el mundo de la moda, cuidan su aspecto, al tiempo que pueden abandonar su higiene e incluso del aspecto externo. Debéis poner sentido común y establecer límites como: enseñar el ombligo o la parte alta del trasero, llevar trasparencias, etc. No es cuestión de imponer vuestro gusto, pero tampoco dejar que se deforme el suyo.
* Es importante el control del dinero que manejan. Ni mucho ni poco y saber en qué lo gastan. Podéis hacer un cálculo de lo que cuesta un refresco, el cine o el plan que tengan previsto. Quizá es el momento de que tengan una paga para que aprendan a administrarla.
Bibliografía
Lic. Psicología Educativa