La moral es como la gramática. Se pueden conocer perfectamente las reglas, pero ser incapaces de aplicarlas en la vida diaria. Aún más: el conocimiento de estas reglas es, por lo menos en la fase de aprendizaje, peligrosa, ya que puede hacer creer a los alumnos y también a los maestros que han progresado porque han estudiado esas reglas y, por lo tanto, no tienen por qué hacer ningún esfuerzo especial para integrar las mismas reglas en su comportamiento vital.
En la actualidad es totalmente inútil repetir a los niños las recomendaciones tradicionales: “sé cariñoso y obediente”; “sé bien educado”; “respeta a tu maestro”; “no hagas a tus compañeros lo que no te gusta que te hagan a ti”; “sé generoso y servicial…” La lista es larga.
“La moral no se enseña, se vive” ello supone esforzarse para que el niño viva en un medio normal y rico (pedagógicamente hablando), un medio a la medida, de aquél en el que tendrá que resolver más tarde los problemas más urgentes y no en un medio como lo son algunas escuelas y hogares, con costumbres y leyes en ocasiones contradictorias ante la realidad y las necesidades del niño, con lo cual no podrán preparar al alumno para la vida.
Se quiera o no, hoy en día hay una enorme necesidad de superar situaciones y crear un medio humano en donde el niño se habitúe a actuar como hombre y como ciudadano…
Referentes Bibliográficos:
Freinet C. (1972). La formación moral y cívica en la escuela a principios de siglo. Evolución y decadencia. Barcelona, Laia.
Alumna: Laura Gaheta Alemán
Licenciatura en Educación Primaria - Sexto Semestre
Formación Ética y Cívica
Docente: Raúl Alejandro de la Fuente Padilla.
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